miércoles, 5 de octubre de 2016

Astérix: El Papiro del César



Guión Jean-Yves Ferri
Dibujo Didier Conrad
Edición Original Le Papyrus e César (Les Editions Albert René 2015)
Edición España Editorial Bruño, Octubre 2015
Formato Tomo Cartoné de 48 páginas
Precio 12,90€

A nadie se le escapa que durante la pasada década la vida editorial de Astérix, el mítico galo personaje creado por el guionista René Goscinny y el ilustrador Albert Uderzo en 1959, pasó por algunos de los peores momentos de su historia. Posiblemente el comienzo de esta serie de catastróficas desdichas fuera la edición en 2005 de ¡El Cielo Se Nos Cae Encima! esa infame entrega de la colección repleta de cutres referencias a Walt Disney, el manga y los superhéroes norteamericanos con el que Uderzo tocaba fondo como autor total de las aventuras de nuestros galos favoritos tras la muerte de su amigo Goscinny en 1977. Pero no todo quedaría ahí, ya que en 2011 el fisco francés reclamó a Uderzo 203.000€ al negarle la co-autoría de los personajes acusación con la que el ilustrador francés llegaría hasta a los tribunales e implicando a sus mismos hijos en el proceso. Aunque si había algo que asustaba con respecto al futuro del bande dessinée más famoso de Francia era que Uderzo no decidiera ceder (al menos la escritura) de la colección a otros autores que revitalizaran las correrías de los galos que más quebraderos de cabeza producen al imperio romano de Julio César. Por suerte en el año 2012 el veterano dibujante dio su brazo a torcer y permitió que el guionista Jean-Yves Ferri y el dibujante Didier Conrad se hicieran con las riendas del álbum número 35 de Astérix, el primero en el que ninguno de los creadores originales de la serie aparecerían como autores del mismo, aunque todo el proceso artístico fue supervisado celósamente por el amigo Albert.




Tras una interminable espera y elucubraciones de todo tipo Astérix y los Pictos vio la luz el 24 de Octubre de 2013, entre el recelo de aquellos que no querían leer aventuras de los galos ideadas por autores ajenos al tándem Goscinny/Uderzo y la esperanza de otros que anhelaban que la llegada de savia nueva revitalizara una colección que se encontraba muerta en vida después de su última desastrosa entrega ocho años atrás. El álbum número 35 de Astérix fue bien recibido en líneas generales, el trabajo de Ferri y Conrad fue tan meritorio y digno de elogio como conservador y acomodaticio, algo comprensible si tenemos en cuenta que ambos autores se veían en la nada agradable tesitura de idear el primer relato de los personajes de cómic más icónicos de toda Europa (junto a nuestro reportero belga más famoso) en el que, como previamente hemos comentado, ninguno de sus creadores originales estaban implicados. La visita de Astérix y Obelix a Escocia era una historia clásica de viajes de los galos con la que Jean-Yves Ferri trataba de condensar fielmente todo el humor, el uso de los tópicos autóctonos y los juegos de palabras de Goscinny mientras Didier Conrad se mimetizaba de manera sorprendente con el trazo de Uderzo llegando en ocasiones a no distinguirse del de este. Las ventas fueron muy buenas, la recepción cálida y nuevas esperanzas fueron depositadas en estos autores recién llegados que entendían la esencia y el espíritu de los personajes, haciendo soñar a un fandom con que los irreductibles galos volvieran a ser los de antes, idea esta última que se ha confirmado, y de qué manera, con la edición el pasado 22 de Octubre de el hasta ahora último álbum de la colección, el número 36 concretamente, y el segundo con Ferri y Conrad a los mandos, ya que El Papiro del César no sólo confirma al nuevo equipo artístico de Astérix como dignos sucesores de sus maestros Goscinny y Uderzo, sino que se revela como la mejor entrega de las aventuras de los galos en muchísimos años.




Como dicta la tradición si en la última aventura de nuestros amigos galos Astérix y Obélix realizaban un viaje a tierras lejanas, en esta entrega toca una historia cuyo desarrollo tiene lugar en la famosa aldea de Armórica. Hasta allí llega la noticia, gracias a un buhonero galo llamado Doblepolémix que hace las veces de corresponsal en Roma, de que la edición del nuevo “best seller” de César, Comentarios a la Guerra de las Galias, elude voluntariamente la inclusión de uno de sus capítulos (titulado “Reveses Sufridos Frente a los Irreductibles Galos de Armórica”) en el que se narra cómo nuestros personajes “resisten ahora y siempre” al envite del ejército romano suponiendo esta la única derrota bélics del emperador y de cuya autocensura es instigador el maquiavélico consejero y editor, Bonus Promoplús. Pero Astérix y Obélix unirán fuerzas con Doblepolémix y otros peculiares personajes como el decano de los druidas Arqueópterix (maestro ni más ni menos que de nuestro entrañable Panorámix) para urdir un plan con el que conseguir que este “Papiro del César” salga a la luz y las aventuras y desventuras de nuestros personajes no queden abocadas al olvido. Con todas las cartas relacionadas con el relato ya sobre la mesa podemos afirmar no sólo que utilizar La Guerra de las Galias de Julio César como núcleo central de la historia y ese “papiro” en concreto como el McGuffin sobre el que se vertebra la historia sea una idea brillante, sino que gracias a este atractivo y original punto de partida Jean-Yves Ferri y Didier Conrad consiguen acentuar considerablemente los aciertos de Astérix y los Pictos y reducir casi hasta lo inane sus fallos ofreciendo un producto 100% Astérix que no es difícil que nos retrotraiga a algunos de los trabajos de René Goscinny con los guiones (salvando mucho las distancias, evidentemente) dentro de la colección utilizando muchas de las señas de identidad que hicieron de esta serie el bande dessinée más importante de Europa.




Ya que si hay algo que queda claro con este segundo álbum creado al alimón por Ferri y Conrad es que estos no son unos autores mercenarios del montón que sólo buscan la remuneración monetaria que supone ponerse al frente de tan icónicos personajes, sino que comprenden totalmente el trasfondo y la personalidad de la colección y que con toda seguridad casi son fans antes que profesionales. Por ello es de agradecer que ambos tomen una de las ideas más recordadas de los relatos de Coscinny y Uderzo y de las que más fama dieron a la serie como es extrapolar ideas, hechos o modas de la actualidad a aquel año 50 antes de Jesucristo donde transcurren las aventuras de los habitantes de Armórica. A nadie se le escapa que el personaje de Dobleoplémix está inspirado en el polémico periodista australiano Julian Assange y que todo lo acontecido con la “filtración” de la existencia de ese papiro en el que Julio César habla de la invatibilidad de Astérix, Obélix y el resto de miembros de la aldea gala es una alusión directa a la célebre página web “WikiLeaks” con la que Assange sacó a la luz vital información relacionada, sobre todo, con política gubernamental de distintas potencias mundiales como Estados Unidos. La excusa de que la información que el buhonero proporciona a los galos sea transmitida a distancia por medio de palomas u otro tipo de animales sirve para que el tándem de autores hagan referencias a las nuevqs teconologías contemporánes relacionadas con internet o la telefonía móvil como las redes sociales, el uso de mensajes de texto o aplicaciones del tipo WhatsApp exponiéndolo de manera tan natural y fluida en las viñetas que en ningún momento desentona o se antoja forzado argumentalmente gracias al buen hacer de los dos autores franceses.




Lo más interesante es que el uso como núcleo central en el relato de ese “papiro” sirve para que Jean-Yves Ferri y Didier Conrad se asienten lo suficiente en la colección como para jugar con la metareferencialidad forjando así su propia personalidad como artistas, poco a poco pero de manera gradual, para, curiosamente, ir desvinculándose de la labor de René Goscinny y Albert Uderzo pero de manera tan respetuosa como para homenajearlos por el camino. Ya que durante la lectura del álbum descubrimos que ese capítulo censurado sobre la Guerra de las Galias está compuesto por una especie de diario en el que Julio César enumera todas las veces que ha sido derrotado por los habitantes de Armórica siendo nombradas estas con los títulos de todos las entregas de la colección (La Residencia de los Dioses, El Escudo Arverno, La Vuelta a la Galia…) en los que tuvo que enfrentarse con Astérix y Obélix siendo vencido irremisiblemente por estos. De este modo Ferri y Conrad no sólo rinden tributo a sus maestros, también juegan, como previamente hemos afirmado, con el metalenguaje y con una simpática y entrañable relectura histórica en la que se nos afirma que estas victorias galas contra César se perdieron con el paso del tiempo como puede verse en el emocionante “Post-Scriptum” con el que los nuevos narradores de las aventuras de Astérix quieren cerrar definitivamente un ciclo y abrir por fin uno nuevo en el que ellos tomarán las riendas de la serie para que esta pueda seguir teniendo una longeva y saludable vida más allá de la mano de sus creadores originales, pero nunca perdiendo la inspiración y personalidad que ellos grabaron a fuego en las aventuras de los habitantes de la aldea más celebre del cómic europeo.




En el proceso Jean-Yves Ferri y Didier Conrad, como hemos apuntado previamente, comienzan a ir dando muestras de alejarse de sus inspiradores para tomar su propio camino y aunque el primero utiliza sabiamente todos los recursos de René Goscinny como los juegos de palabras con los nombres, la personalidad entre bruta y naif de Obélix (lo del horóscopo que le recomienda “evitar los conflictos y reducir el número de jabalíes” da mucho juego a lo largo del álbum) la inteligencia de Astérix, el fuerte carácter de las mujeres de la aldea de Armórica, la sabiduría de Panorámix y los efectos que producen su famosa poción mágica o el respeto hacia la figura de Julio César, comienza a añadir ideas de cosecha propia, algo a lo que se suma un magnífico Conrad que manteniendo un trazo que sigue recordándonos poderosamente al de Albert Uderzo comienza ya a apuntar detalles y breves pinceladas que le diferencian del mismo elaborando algunas viñetas brillantes como las que adjuntamos en la reseña en las que el ilustrador se nota más suelto y no tan encorsetado como en el anterior álbum. Tampoco se olvidan los autores de otra tradición, la de incluir roles secundarios inspirados en personalidades reales (por la colección han pasado desde los Beatles hasta Sean Connery o Kirk Douglas) y si en Astérix y los Pictos pudimos ver sosias del soberbio actor Vincent Cassel y su compatriota el cantante Johnny Hallyday en esta nueva entrega debe sumarse al ya apuntado Dobpleolémix que se basa en Julian Assange, esa representación de Jacques Séguéla, consejero de comunicación del presidente François Mitterrand, que responde al nombre del malintencionado Bonus Promoplús.




El estreno de la sobresaliente adaptación cinematográfica del mítico álbum La Residencia de los Dioses (a la que le dedicamos un especial hace unos meses hablando tanto de la obra en viñetas como del film) a manos de los directores Louis Clichy y Alexandres Astier y la consagración de Jean-Yves Ferri y Didier Conrad como nuevo y magnífico equipo artístico a los mandos de la colección de bande dessinée creada en 1959 con Astérix y Obélix como cabecillas, confirman este año 2015 como el da la resurrección oficial de los personajes nacidos de la unión de las mentes de René Goscinny y Albert Uderzo. Para un servidor, que se crió leyendo las correrías de estos galos desde la infancia (en la biblioteca de mi colegio los álbums de Astérix eran los más solicitados y era muy difícil hacerse con ellos) esta nueva etapa, sobre todo la relacionada con el mundo del noveno arte (aunque muchas de las películas animadas como Astérix el Galo y Las Doce Pruebas de Astérix me parecen obras maestras, ¡Por Osiris y por Apis!) por fin podemos ver la luz al final del túnel después de la triste decadencia en la que Albert Uderzo fue sumergiendo la serie en su larga etapa en solitario que, por otro lado y haciendo honor a la verdad, también ofreció algunos trabajos memorables como La Gran Zanja, pero que ya se antojaban demasiado alejados en el tiempo. Esperemos que Ferri y Conrad sigan con el buen hacer que están realizando con unos amigos animados que desde hace más de medio siglo ya son tan nuestros como suyos. Por ahora el voto de confianza que muchos depositamos en estos nuevos autores tras la agradable lectura de Astérix y los Pictos parece no haber caído en saco roto si tenemos que cuenta el excelente resultado y el nivel de calidad que alcanza este El Papiro del César que no sólo se revela como uno de los trabajos más remarcables de los galos en mucho tiempo, sino que también nos muestra la cara más amable del país vecino, esa Francia que ha sufrido un durisimo golpe hace poco más de una semana y que siempre ha ofrecido lo mejor de sí misma como nación cuando a apelado a la cultura, la ilustración, el arte y la tolerancia. Esperemos que siga siendo así y no caigamos en errores del pasado reciente de los que todavía nos estamos arrepintiendo.



viernes, 23 de septiembre de 2016

Providence: El Miedo que Acecha



Guión Alan Moore
Dibujo Jacen Burrows
Edición Original Providence 1-4 (Avatar Press 2015)
Edición España Panini Cómics (2016)
Formato Tomo Cartoné de 176 páginas
Precio 18,95€

La relación de Alan Moore con el sello independiente Avatar Press no es reciente. Para la casa donde se hospedan series como Crossed, Calígula o Über se han utilizado no pocas historias ideadas por él que otros guionistas (normalmente el ya conocedor de su obra Antony Johnston) se ocupaban de adaptar como Otro Romance Suburbano, Hypothetical Lizard e incluso otras escritas directamente de su puño y letra como la reciente Cinema Purgatorio o su arco de Crossed+100. Al primer tipo de trabajos que hemos mencionado, los que nacen de su imaginación pero otros se ocupan de llevar al arte secuencial, pertenece The Courtyard cuyo origen fue un relato de 1994 que más tarde fue adaptado a una miniserie de dos entregas publicada en 2003, trasladada por el ya mencionado Antony Johnston, ilustrada por el norteamericano Jacen Burrows y protagonizada por un agente de policía llamado Aldo Sax que investigaba unos asesinatos que le conducían a un submundo que se revelaba como un culto a los mitos de Cthulhu ideados por el escritor H.P. Lovecraft. Dicho relato era un homenaje al famoso escritor de Providence y a su microcosmos literario por el que Moore siente una especial predilección. Ocho años después y principalmente por encontrarse en una situación económica no muy favorable el autor de V de Vendetta o Promethea volvió a trabajar para Avatar Press con una miniserie de cuatro números llamada Neonomicon que sería una continuación de The Courtyard. Con Jacen Burrows de nuevo a los lápices esta serie extendia lo ya planteado en 2003 y retorcía la visión que el de Northampton tiene de la obra de Lovecraft (la misma se mencionaba en la serie, jugando hábilmente con las metareferencias literarias) llegando en ocasiones a parodiarla por medio de temas tabú en el grueso de su obra literaria como el sexo explícito o el humor. El resultado fue una obra menor dentro de su obra que agradó a aquellos que supieron escrutar el juego metatextual y literario que ofrecía, pero también decepcionó a otros que no vieron con buenos ojos su tono sádico y en ocasiones hasta escatológico de la propuesta.




Con Providence (de cuyo número uno americano dio buena cuenta nuestro compañero Mariano Abrach en la sección Mundo Independiente) Alan Moore no sólo vuelve a trabajar para el sello Avatar Press, también se sumerge de nuevo en el mundo del autor de En las Montañas de la Locura, pero con un punto de vista diametralmente opuesto a los de The Courtyard o Neonomicon. En esta ocasión el guionista británico se embarca en proyecto mucho más ambicioso y de unas dimensiones considerablemente más amplias. Para ello localiza su historia en 1919 y sigue los pasos de un periodista judío llamado Robert Black (una versión del personaje ficticio Robert Blake, que Lovecraft utilizó en sus Mitos de Cthulhu) que abandona su trabajo como redactor en el periódico The New York Herald para viajar a Nueva Inglaterra con la misión de recabar información para escribir una novela sobre la cara oculta de la sociedad americana. El epicentro de sus investigaciones es un antiguo y perdido libro árabe sobre alquimia titulado “Kitab al Hikmah al Najmiyya” o “El Libro de la Sabiduría de las Estrellas”, escrito por Khalid Yazid en el siglo VIII d.C, o lo que es lo mismo, un posible émulo del ficticio Necronomicon de Abdul Alhazred al que se hace referencia en no pocos relatos de Lovecraft. La búsqueda de una copia de este incunable embarcará a Robert en un viaje a lo largo de Nueva Inglaterra donde visitará zonas como Rhode island, Salem o Athol en las que mantendrá contacto con personajes que poco a poco le irán confirmando la presencia de una amenaza sobrenatural de naturaleza arcana que no es de origen terrenal.




Estos cuatro primeros números, que no dejan de ser las primeras notas musicales de una sinfonía completa, confirman que una obra como Providence es el proyecto más ambicioso que Alan Moore ha desarrollado dentro del seno de la editorial Avatar Press. Lo es no sólo por revelarse como una pieza en la que se homenajea un mundo tan rico y extenso como el del literato nacido en la ciudad que da nombre a la colección, sino porque también contiene en su interior muchas de las señas de identidad conceptuales y narrativas del autor de Watchmen o La Cosa del Pantano, algo de lo que pocos trabajos de los que ha realizado para el sello independiente norteamericano pueden presumir. La estructura de estos primeros números de Providence es la de una investigación por parte de un periodista con ínfulas de talentoso narrador que buscando escribir su “gran novela americana” comienza a jugar a los detectives para buscar la información que le permita completar su trabajo. Estos primeros pasos hacen que la colección se asemeje considarablemente a una aventura gráfica (recordemos que Lovecraft ha inspirado a no pocos programadores a la hora de crear videojuegos de este subgénero como Necronomicon o Call of Cthulhu: Dark Corners of the Earth) en la que un personaje protagonista va poco a poco encontrando pistas que se antojan como las piezas de un enorme puzzle que irá gradualmente tomando forma.




Con su habitual control del tempo narrativo Moore va tejiendo poco a poco una intrincada trama repleta de referencias al mundo literario de Lovecraft (tantas que es imposible captarlas todas) e inyecta en cada uno de los episodios el tono y las contantes de no pocos relatos del autor norteamericano (imposible no pensar en La Sombra Sobre Innsmouth leyendo el tercer episodio cuyo título da nombre al tomo recopilatorio de la edición española) para hacerlos reconocible de cara al conocedor de la obra del autor referenciado y en el proceso ir dando forma por medio de copiosa información y personajes que se mueven entre la lucidez (Tom Malone) o la demencia (los miembros de la familia Wheatly que parecen salidos del cuadro American Gothic de Grant Wood) a un tapiz en el que se verá retratado el lado más oculto de la América del principios del siglo XX (los efectos de la Primera Guerra Mundial, la llegada del nazismo profetizada con esa Cruz Gamada pintada en el suelo y los ataques xenófobos a los inmigrantes en la inefable ciudad de Salem) para con ello construir una pieza llena pasajes narrativamente brillantes y conexiones directas con The Courtyard y Neonomicon. Jacen Burrows no es un gran dibujante, pero si comparamos su trabajo en Providence con el que realizó en los otros dos relatos de Moore inspirados en la mitilogía de Lovecraft el salto de calidad es más que notable. El ilustrador de Crossed o Las Crónicas de Worwood sigue teniendo un problema con el estatismo con el que retrata a sus personajes, pero compensa dicha tara por medio de una especial pericia a la hora de retratar localizaciones (esos puertos de Salem) que transmiten al lector esas atmósfera anfibia, serpenteante y húmeda que exhalan muchos de los relatos del novelista estadounidense.




Pero curiosamente lo mejor de una serie como Providence no está en el cómic propiamente dicho, sino en el material que complementa cada uno de los episodios y que es un recurso narrativo que como ya sabemos Alan Moore ha utilizado en algunas de sus obras como Watchmen. Cada capítulo incluye a modo de apéndice una entrega del “Cuaderno de Notas” de Robert Black en el que el personaje, tímido y con tendencia a balbucear cuando tiene que hablar con desconocidos, escribe a modo de diario sus impresiones e ideas relacionadas con los futuras historias que quiere relatar o los secretos acerca de su propia personalidad que no quiere revelar de cara a sus familiares y allegados. Estos textos a modo de añadido literario no sólo consiguen enriquecer al personaje protagonista (conoceremos sus tendencias sexuales, gustos literarios, miedos y bajas pasiones) y añadirá material extra a los hechos acontecidos en el cómic, sino que también le servirá a Moore para jugar con la inter y metatextualidad (enorme el pasaje en el que Blake habla de cómo se debe narrar un buen relato de terror emulando los mismos pasos que el inglés ha seguido para dar arranque a la misma Providence) y facilitar importantes datos al lector que le pondrán por delante del mismo periodista con el añadido de dibujos o folletos de vital importancia para entender todo el contexto de la obra haciendo incluso referencia directa a autores como Edgar Allan Poe (gran inspiración para Lovecraft) y algunas más veladas como la referida Terry Pratchet y su Mundodisco al que el de Northampton no deja muy bien parado. En este campo Moore es un maestro capaz de acentuar lo que supuso como ruptura en el género de terror la figura de Lovecraft mientras nos lleva “más allá del noveno arte” para construir una historia de la que sólo podemos vislumbrar su potencial inicial.




Con estos cuatro números, recopilados por Panini Cómics en un tomo de tapa dura que incluye portadas oficiales y alternativas y un interesante texto de Antonio Solinas reflexionando sobre la obra, Providence sólo ha mostrado la punta de sus tentáculos. Alan Moore y Jacen Burrows abarcarán doce entregas (en Estados Unidos la publicación llega hasta el número diez) para diseccionar el trayecto físico y existencial del periodista Robert Black y su búsqueda de un mundo oculto regido por los Antiguos nacido de la mente de uno de los novelistas más rompedores de la historia de la literatura fantástica y de terror que dio la bienvenida al siglo XX. Rindiendo elogioso tributo hacia Lovecraft (pero sin poder evitar abordar temas tabú relacionados con su obra o vida personal como el sexo o aquellos que latían bajo la superficie de sus escritos como la xenofobía, algo que también hizo en The Courtyard y Nenomicon, aunque de manera mucho más sutil y elegante que en aquellas) el guionista de Lost Girls confirma que sigue en plena forma, que su excepcional labor puede inspirar a ilustradores menores como el de Scars o Dark Blue para que traten de superarse a sí mismos y que gracias a su trabajo y el de otros autores de nivel como Warren Ellis, Garth Ennis o Simon Spurrier Avatar Press está revelándose poco a poco como un sello capaz de editar piezas de alta calidad con las que atraer a todo tipo de lectores más allá de los que se confiesan amantes de las sensaciones fuertes y la violencia explícita. Loados sean Cthulhu y Nyarlathotep por ello.


domingo, 18 de septiembre de 2016

Elektra Asesina



Guión Frank Miller
Dibujo Bill Sienkiewicz
Edición Original Elektra Assassin 1-8 USA (Marvel Comics 1986-1987)
Edición España Panini Cómics (2012)
Formato Tomo Cartoné de 272 páginas
Precio 25,00€



El año 1986 fue uno de los más importantes de la historia reciente del mundo del cómic. Pasado el ecuador de la década se editaron dos obras clave para entender la evolución posterior que experimentaría el medio gracias a la incursión de estos dos trabajos que supusieron un antes y un después en el cómic en general y el centrado en superhéroes en particular. A nadie engañamos si decimos que esas dos piezas indispensables son Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons y El Regreso del Caballero Oscuro de Frank Miller, ambas nacidas en el seno de la editorial DC. Pero el autor de Sin City o 300 no terminaría aquel año sin volver a dar un fuerte puñetazo en la mesa de lo que por aquel entonces entendíamos como arte secuencial aunque esta vez dentro de las entrañas de Marvel. Miller volvió a la Casa de las Ideas para recuperar a Elektra, la asesina ninja amante de Daredevil que él mismo había creado para su clásica etapa con el Hombre Sin Miedo, esta vez dentro del sello Epic y fuera de la continuidad de la Tierra 616. Para encarar este proyecto que constaría de ocho entregas el autor de Holy Terror formó tándem con otro renovador de los preceptos del noveno arte, un Bill Sienkewicz que encontraría en esta miniserie un terreno fértil para llevar al extremo sus peculiares dotes artísticas. El resultado fue Elektra Asesina, no sólo un clásico de aquella década perpetrado por dos talentosos narradores en su mejor momento, sino también uno de los cómics más ácidos, atípicos y rupturistas que la editorial de Stan Lee publicó en los 80.


Desde el punto de vista argumental Elektra Asesina no deja de ser otra aventura de la kuniochi más famosa de Marvel en la que se embarca en otro caso de espionaje, asesinatos remunerados, magnicidios y venganzas. La novedad radica por un lado en la manera tan particular que tiene Frank Miller de narrar la serie y por otro por la vorágine de experimentación visual que se marca un Bill Sienkiewicz totalmente desatado a los lápices. Este afán por experimentar con el medio e incluso por retar al lector toma forma ya desde el primer número, que supone una declaración de principios por parte de guionista y dibujante en la que la confusión, el exceso visual y lo atípico se dan la mano para que la obra “busque a su público”. Esta primera entrega repleta de recuerdos y pensamientos de la protagonista aparentemente inconexos deja claro que con Elektra Asesina no vamos a leer un cómic más, sino que vamos a enfrentarnos a un trabajo rompedor, estructuralmente complejo y con un contexto, tono y mensaje que darán pie a una gran cantidad de interpretaciones de la serie a nivel global sobre todo si tenemos en cuenta que nos encontramos ante un cómic con una fuerte carga política que los dos autores tratan de acentuar sin que la misma solape en ningún momento la historia que están desarrollando, pero que convierte su labor en una visión bastante peculiar de lo que era la política de Estados Unidos durante la segunda mitad de la década de los 80 y que más tarde pasaremos a comentar.



Aunque la historia es narrada desde el punto de vista de varios personajes podemos afirmar que el protagonista de la serie no es la misma Elektra, sino el personaje de John Garret, un agente de SHIELD que perderá lócamente la cabeza por la ninja de origen griego. Miller aborda su trabajo recurriendo lo mínimo posible al uso de bocadillos y dejando que los cuadros de pensamiento se conviertan en el vehículo que haga desarrollarse el relato, de este modo el espectador consigue empatizar de manera más orgánica con unos personajes tan deplorables como cargados de carisma. El guionista de Hard Boiled comenzará con Elektra Asesina a asentar algunas de las señas de identidad de su discurso autoral e incluso incluirá en ella ideas y conceptos que ya había utilizado en trabajos previos a este como la fascinación por la cultura nipona y el cyberpunk que pudimos escrutar en su ya mencionada etapa en Dardevil o Ronin para DC. La ambigüedad política, la violencia explícita, la influencia de la literatura noir, una visión masculina y con ciertos apunte misóginos sobre las “mujeres fatales” y sus “poderes de manpulación” o la deshumanización del uso de las altas tecnologías son algunos de los temas indivisibles del discurso de Frank Miller y que años después pudimos ver en Sin City, la saga Martha Washington o sus guiones para Robocop. Por otro lado los diálogos son tan crípticos y en apariencia aleatorios como elaborados y expositivos sin caer en la reiteración, mostrándose a años luz de los que Miller suele escribir para sus últimas obras que hace tiempo que no están a la altura de su talento.



Frank Miller conseguía por medio de su narrativa que un punto de partida mil veces visto se mostrara de cara al lector como algo nuevo y atípico, pero si Elektra Asesina es recordada como una obra original y que rompió moldes en aquel 1986 es sin lugar a dudas por la labor de un Bill Sienkiewicz superlativo en el apartado gráfico. El autor de Caballero Luna mezcla todo tipo de estilos, recursos y tonalidades recurriendo a caricaturas, fotorealismo, collages, dando a los ocho números que componen la serie un tono onírico y mecanizado, que mezcla el misticismo del género fantástico con la teconología deshumanizada de la ciencia ficción. Figuras espigadas, laboratorios sórdidos en contraposición a postales paradisiacas de sudamérica, violencia estilizada hasta la hipérbole o espías de cuerpos deformes con mandíbulas prietas se dan la mano para que Sienkiewicz se permita jugar con sus increíbles dotes como storyteller alternando splash pages epatantes con páginas repletas de pequeñas viñetas que complementan los textos de Miller. Un trabajo tan dado a la genialidad como al exceso, inspirado y agotador, ecléctico y en ocasiones chirriante, el apartado artístico de Elektra Asesina es una muestra lacerante, cruda e inspiradora de hasta donde puede llegar el mundo de la ilustración si los editores son permisivos y cuya influencia se dejó notar en obras posteriores como Kid Eternity y Arkham Asylum, ambas ideadas por Grant Morrison, en el trazo de Duncan Fegredo y Dave McKeon respectivamente.





Juntar a dos autores de ideologías opuestas pueda dar como resultado un producto como Elektra Asesina en la que un guionista de derechas como Miller y un dibujante de izquierdas como Sienkiewicz lleguen a un consenso para no dejar títere con cabeza. El cómic que nos ocupa tiene un trasfondo de sátira política muy corrosiva ya que aborda unas elecciones presidenciales en las que el candidato republicano (el presidente electo, un émulo de Ronald Reagan amalgamado con Richard Nixon) se muestra como un fascista violento, amante de los métodos expeditivos en cuanto a política internacional y cuya desequilibrada mente puede dar pie a un holocausto nuclear inminente y el demócrata (Ken Wind, heredero espiritual de JFK) como un hombre sonriente que tras su fachada de candidato moderno y concienciado esconde a una bestia que en poco se diferencia de su rival político, ambos ilustrados por Sienkiewicz con sendas caras impertérritas pegadas a sus cuerpos a modo de “recortable” de “quita y pon”. Este contexto en el que no hay una diferencia notable entre conservadores y progresistas y en el que la herencia de la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética (presente también en El Regreso del Caballero Oscuro y Watchmen) puede dar inicio a la Tercera Guerra Mundial sirve como campo de tiro para que los dos autores de Elektra Asesina realicen un retrato sórdido no sólo de lo que era la realidad de 1986 o su probable porvenir, sino también de un universo Marvel oscuro y reaccionario en el que se nos ofrece una visión de SHIELD totalmente opuesta a la impoluta a la que la Casa de las Ideas nos tenía acostumbrados hasta ese momento, mostrándola como una organización oscura, deshumanizada e insensible al dolor humano con laboratorios poblados por científicos deformes, agentes robotizados, enanos con pinta de verdugos medievales y un Nick Furia con aires de John Wayne militarizado.



Recopilada por Panini Cómics en un sólo tomo en tapa dura con las portadas originales y alternativas y unos interesantes prólogo y epílogo a manos de Santiago García Elektra Assasin mantiene hoy día, treinta años después de la publicación de su primer número, intactos muchos de los hallazgos narrativos y resoluciones estilísticas que la convirtieron en una de las piezas más innovadoras y políticamente incorrectas gestadas en las oficinas de Marvel en los años 80. Como es lógico por su naturaleza atípica e inusual no es plato del gusto de todo tipo de lectores ya que tanto su guión sobresaturado de información como su dibujo entregado a la experimentación y el “totum revolutum” estético pueden saturar a más de un despistado que espere encontrarse un producto más clásico o procedimental en la labor que despliegan sin filtros ni cortapisas unos todavía por entonces veinteañeros Frank Miller y Bill Sienkiewicz que querían comerse el mundo y cambiando el concepto de cómic comercial americano en una década repleta de grandes obras dentro del noveno arte que dejaron una estela indeleble que retomarían otros autores y trabajos (unas veces con más acierto que otras) posteriores para gozo de una nueva generación de fans que fueron testigos de primera mano de hasta donde podía llegar el arte secuencial cuando la libertad artística estaba por encima de los ingresos de unas editoriales hoy cada vez más acomodaticias y endogámicas envueltas en una espiral de retoricismo agotador y lugares comunes mil veces recorridos.





jueves, 15 de septiembre de 2016

Hellblazer, de Jamie Delano


Guión Jamie Delano
Guionistas Invitados Grant Morrison, Neil Gaiman y Dick Foreman
Dibujo John Ridgway, Brett Ewins, Jim McCarthy, Alfredo Alcalá, Richard Piers Rayner, Mark Buckingham, Mike Hoffman, Ron Tiner, David Lloyd, Dave McKean, Kevin Walker, Sean Phillps, Steve Pugh, Dean Motter, Mark Pennington
Edición Original Hellblazer 1 - 40
Edición España Planeta DeAgostini
Formato Cuatro tomos libro rústica, 264 págs
Precio 25,00€



John Constantine debutó como personaje en 1985 dentro de la mítica etapa de Alan Moore con el no menos célebre personaje Swanp Thing en el sello de DC. En el número 37 de dicha coleccíon hacía por primera vez su aparición ese mago de origen británico con gabardina, melena rubia y siempre fumando que acabaría convirtiéndose en un icono de la casa de Superman y Batman en general y del futuro subsello Vertigo en particular. El personaje fue creado por el mismo Moore y los dibujantes Steve Bissete y John Totleben inspirándose en la imagen que el cantante inglés Sting tenía por aquel entonces. El rol gustó tanto que no tardó en ganarse una serie propia titulada Hellblazer (en un principio iba a llamarse Hellraiser, pero el novelista Clive Baker se adelantó) la más longeva serie de Vertigo y por la que han pasado algunos de los mejores autores del mundo del cómic actual. Para que John Constantine diera sus primeros pasos como personaje en solitario el mismo Alan Moore recomendó a los jefazos de DC el nombre de su amigo el guionista Jamie Delano. Delano por aquel entonces era un autor británico practicamente desconocido. Suya sería la misión de encauzar las primeras andanzas protagónicas del nigromante e intentar conectar con un público que se enfrentaba a un personaje que había debutado con buen pie en el mundo del cómic pero del que se sabía más bien poco. El autor de Animal Man  escribió los 40 primeros números de la colección, cediendo su pluma a guionistas que en muy puntuales ocasiones dieron su visión del personaje. Estos fueron Grant Morrison en los números 25 y 26, Neil Gaiman en el 27 y Dick Foreman en el 32.


La etapa de Jamie Delano en Hellblazer es importante por varios motivos, pero el principal y más importante es que en ella se asentaron las bases de la personalidad y el microcosmos del personaje creado por Alan Moore. El guionista se aseguró de definir bien el carácter de John Constantine, retratándolo como un pseudomendigo fumador y siempre con gabardina que contrastaba un talento prodigioso para la nigromancia y los rituales de lo sobrenatural con una humanidad realista que lo hacía mostrarse en numerosas ocasiones como un cobarde egoísta que usaba a sus amigos de manera rastrera en su propio beneficio. La imperfección de John lo hacía un personaje cercano e identificable cuando Delano se centraba en su lado más mundano, porque como rol poseía algunas de las virtudes y todos los fallos que hacen al ser humano lo que es. Pero sí hay algo que marcó a fuego Jamie Delano en su etapa y eso se deja ver sobre todo en los primeros pasos de la misma es el origen de clase obrera de John Constantine y un matiz de alegoría política con todo lo relacionado con lo demoniaco en la colección. Al igual que otros escritores de cómic ingleses de la época al autor de Hellblazer no le hacía ninguna gracia el mandato político de la por aquel entonces primera ministro de Gran Bretaña. Margaret Tatcher. Esclarecedor es el capítulo Vamos a Por Ello en el que se hace un divertido juego de espejos en el que se nos plantea que la victoria del partido conservador inglés beneficiaría económicamente a los seres diabólicos que habitan el averno. Número lleno de mala baba y bastante saña por parte de Delano del que guardo un grato recuerdo. Según las malas lenguas esta lectura comprometida social y política en el grueso de su obra es la que ha hecho que el guionista británico sea cada vez menos requerido por las grandes editoriales del cómic, un caso parecido (incluso ideológicamente) al de la interesante Ann Nocenti, pero el de ella en Estados Unidos.


Delano se hace fuerte como autor cuando utiliza la introspección con John Constantine, muy bien cuando narra en primera persona, pero mucho mejor cuando lo hace en tercera. El guionista nos sumerge en los pensamientos retorcidos de su criatura rodeando todo su entorno y atmósfera de un tono deudor de la literatura beat o la contracultura. En ese sentido encontramos otra de las virtudes estilísticas del escritor, cuando, por poner un ejemplo, nos cuenta una historia que parece salida de la misma mano del novelista William S. Burroughs mientras el carácter y comportamiento de Constantine como rol lo emparenta al derrotismo mundano de Charles Bukowski. Por otro lado el creador de Outlaw Nation se muestra como un conocedor de las artes cabalísticas y los rituales espiritistas así como del tarotismo y sabe dar un tono psicotrópico a muchas de las aventuras del bueno de John que lo emparentan en ocasiones a las de Grant Morrison. Durante estos 40 número conocemos en profundidad a personajes secundarios memorables como Zed, que llegará a convertirse en amante de John para luego "evolucionar" en algo superior. Al grupo de post hippies en el que se encuentran Marj y su hija Mercury (que se tornará como protagonista y núcleo central, en el sentido argumental, en algunos números debido a sus poderes psíquicos) o Errol o por otro lado los antiguos amigos de John (Ben, Lester, Ritchie) que tomaron parte en el importantísimo hecho de New Castle, del que nos dan pistas en el primer arco de la colección y que conoceremos en el segundo (en el memorable número Newcastle: Una Muestra de lo que Está por Venir) que forjaría en gran parte el carácter irónico, taciturno y oscuro de Constantine y cuya sombra recorrerá toda la etapa de Delano.



Aunque para un servidor posiblmente lo mejor de la etapa de Delano en Hellblazer está en el principio de la misma (en el que el protagonista se enfrentaba al demonio Nergal) o puede que en los 20 primeros números, ya que hay arcos argumentales memorables a lo largo de todo su trabajo en la colección. El arranque es esclarecedor en lo que a apuntalar la personalidad del protagonista se refiere, los números Hambre y Un Festín de Amigos sirven para que veamos que John es en ocasiones un cabrón que no dudará en ofrecer en sacrificio a un amigo de toda la vida. También son destacables la crítica anribelicista de Cuándo Johnny Llegó Desfilando a Casa, la ahora anticuada pero en su momento rompedora trama sobre informática y realidad virtual de El Alma de la Máquina, la surrealista reivindicación ecologista de En la Playa. el juego metatextual literario de Por Delante de la Vida y una de mis historias favoritas, la del  atípico asesino Hogareño y que sería la últma realmente grande del guionista en la colección. En cambio el largo arco de La Máquina del Miedo no me parece tan remarcable, aunque tenga sus virtudesComo ya he comentado dentro de la etapa de Delano el autor se tomó unos efímeros descansos de la colección cogiendo las riendas del libreto tres guionistas invitados. El primero fue el escocés Grant Morrison, una de las personalidades más importantes y polémicas del mundo del noveno arte, que escribió dos números que formarían un sólo y breve arco, el 25 y el 26, títulados Pimer Aviso y Cómo Aprendí a Amar las Bombas, que tenían como protagonista un extraño y macabro desfile callejero en el que el de Glasgow añadía algunas de sus constantes autorales como la obsesión con las armas nucleares que le inculcó su maniático padre, rematado el conjunto con el siniestro trazo de David Lloyd que en ningún momento deja de recordarnos a esa obra maestra que es V de Vendetta. Tras estas dos entregas y antes de que el escritor original volviera a la colección Neil Gaiman nos regaló Abrázame, sin lugar a dudas una de las mejores historias con el personaje como protagonista que atesora algunos momentos de emotividad inolvidables que muestran a Constantine más vulnerable que nunca gracias también a la ayuda del  dibujo de un gran Dave McKean (Batman: Arkham Asylum). Más tarde, cuando a Delano no le quedaba mucho en la colección otro número suelto (el 32) cayó en las manos de Dick Foreman (Black Orchid) que escribió el tibio y poco interesante relato Trucos Nuevos, protagonizado por una especie de enorme Bulldog mafioso que era un poco insulso.


A modo de profecía ese olvidable número de Dick Foreman marcaría la llegada de cierta decadencia a la colección. A Jamie Delano se le acababan las ideas, abusaba de caminos transitados y recurría demasiado regularmente a la retótica dando vueltas sobre las mismas ideas, no hay más que ver el bastante rebuscado arco del carnicero que ofrecía buenas muestras de que el guionista ya había contado practicamente todo sobre  el personaje. Pero eso no impidió que por el camino nos regalara los números que nos relataban a modo de flashbacks la infancia de John, el relato secreto de su hermano o que se despidiera de la colección con ese último número a modo de homenaje y tributo hacia el carácter (sobre)humano de Constantine, una vez más con un Dave McKean bastante inspirado con el lápiz. Ya en este apartado, el artístico, hablamos del trabajo muy ecléctico de los dibujantes de la colección entre los que un servidor destacaría a John Ridgway que marcaría el estilo del cómic en sí, el trazo tenebrista de Jim McCarthy, la línea limpia de Alfredo Alcalá, el tono rústico (adecuado para los números que ilustró) de Dean Motter o e trabajo de un Sean Phillips dando sus primeros pasos y que poco tenía que ver por aquel entonces con el artista que ahora nos regala joyas como Fatale o Incógnito. La etapa de Jamie Delano no es ni la mejor de Hellblazer, ni la más recordada, ya que tras su trabajo en la colección otros autores importantes en el medio como Warren Ellis, Brian Azzarello o Andy Diggle darían su visión del nigromante de Liverpool. Es más, justo cuando el británico dejó la colección se hizo con ella un por aquel entonces poco conocido Garth Ennis que alejó un poco a Constantine de lo sobrenatural para ponerle los pies, de manera brutal, en la tierra y regalarle uno de los arcos argumentales más importantes de su historia. Ese Hábitos Peligrosos que en pocos números superaba a todo lo escrito previamente por Delano y que por desgracia sería tomado (de manera lejana) como base para la terrible adaptación cinematográfica que la Warner Bros hizo con un imposible Keanu Reeves como protagonista. Pero guardo especial cariño al run del bueno de Jamie en Hellblazer. es una etapa memorable en algunas ocasiones, anticuada a día de hoy en otras tantas, pero tiene personalidad, encanto y sirvió para que tomáramos contacto con un personaje que lleva casi 25 años ofreciéndonos historias memorables y siendo el estandarte de un sello como Vertigo, que en su momento fue mítico pero por desgracia hoy no vive su mejor momento.



martes, 13 de septiembre de 2016

Metabarón Volumen 1: Wilhelm 100, el Tecnoalmirante



Idea Original Alejandro Jodorowsky
Guión Jerry Frissen
Dibujo Valentín Secher
Edición Original Meta-baron 1:Wilhem-100, le Techno-amiral (Les Humanoides Associes).
Edición España Yermo Ediciones
Formato Libro cartoné 56 págs
Precio 16,00€

De 1980 a 1988 el multifacético guionista chileno Alejandro Jodorowsky y el ilustrador francés Jean Giraud "Moebius" revolucionaron el mundo del cómic europeo con El Incal, En aquella portentosa space opera protagonizada por el dettctive privado de clase R, John Difool, y cuyo germen era la adaptación cinematográfica de la novela Dune, de Frank Herbert, que el director de La Montaña Sagrada nunca pudo sacar adelante (como narra el soberbio documental Jodorowsky's Dune) apareció por primera vez el personaje del Metabarón, un aguerrido guerrero intergaláctico perteneciente a una larga dinastía de luchadores del espacio exterior. El personaje cobró considerable fama y aunque volvió a hacer acto de presencia en otras historias del universo Incal cobró especial importancia cuando Alejandro Jodorowsky formó equipo con el dibujante argentino Juan Giménez para realizar la serie de ocho entregas La Casta de los Metabarones, que narraba el origen y destino de todos los Metabarones previos al que conocimos en las páginas de la ya mencionada obra maestra escrita por el autor de Los Borgia y dibujada por el co creador de Teniente Blueberry. Ya en 2015 la editorial francesa Les Humanoïdes Associés recuperó una vez más al personaje homónimo para protagonizar una serie titulada simplemente como Metabarón y que constaría de ocho volúmenes, habiéndose publicado dos de ellos hasta el momento. Yermo Ediciones ha editado la primera entrega, Metabarón Volumen 1: : Wilhelm 100, el Tecnoalmirante y del mismo vamos a hablar en la siguiente entrada.

La mayor peculiaridad de esta nueva colección sobre el Metabarón es que los guiones no están firmados por el mismo Alejandro Jodorowsky, ya que el autor chileno aporta la idea original y es el californiarno Jerry Frissen (Lucha Libre, The Zombies That Ate The World) el encargado de desarrollar la misma para que el joven dibujante francés Valentin Secher (Khaal: Crónicas de Un Emperador Galáctico) la ilustre con su trazo. La trama tiene lugar después de los acontecimientos acaecidos en La Casta de los Metabarones y en ella seguiremos los pasos del último Metabarón que se verá en la obligación de visitar el planeta de sus antepasados, Mármola, para conseguir el preciado combustible Epifita para su nave, el Metabúnker, que permite realizar viajes espaciales. Pero sus intenciones serán interceptadas por el imperio Tecnotecno y el diabólico y manipulador Tecnopapa que enviará al temible mercenario Wilhelm 100, conocido como el Tecnoalmirante, para eliminar al Metabarón y la amenaza que supone para el estado totalitario gobernado con puño de hierro por el Tecnovaticano.

Este primero tomo de la saga Metabarón utiliza la mayoría de señas de identidad creadas por Alejandro Jodorowsky para su microcosmos regido por esta familia de guerreros interplanetarios. Las influencias de la literatura de Frank Herbert siguen presentes (esa Epifita que es un claro émulo de la especia Melange de la saga Dune) y la fértil imaginación para amalgamar distintas vertientes de una ciencia ficción tan deudora de la mundo de la motilogía como del de la literatura clásica nos permiten ver en todo momento el sello del autor de Los Tecnopadres aunque su presencia en esta ocasión sea más tangencial y testimonial. Jerry Frisson se ocupa de ser totalmente fiel a la idiosincrasia del personaje y a su entorno y sabe cohesionar la narración del relato alternando la introspección que solicita el personaje principal y la espectacularidad que sus aventuras a lo largo y ancho del cosmos exigen. El guión muestra sus piezas y las mueve en el tablero para ir preparando sus primeros movimientos perfilando la clásica personalidad rotunda e integra del Metabarón, la demencia del Tecnoalmirante con su inclinación por torturar a sus prisioneros o el poder del Tecnopapa que condensa en su oronda fisicidad la consabida visión crítica hacia el fanatismo religioso propia de la obra de Jodorowsky en distintos medios.

Pero el punto más fuerte de una obra como Metabarón Volumen 1: Wilhelm 100, el Tecnoalmirante es sin lugar a dudas el impresionante apartado artístico que recae en manos del prometedor Valentin Secher. Este primer tomo confirma lo que Khaal: Crónicas de Un Emperador Galáctico nos hizo vislumbrar por primera vez, que Secher es uno de los dibujantes europeos con más proyección de la actualidad. Siendo bastante fiel a la labor primiegenia del argentino Juan Giménez en La Casta de los Metabarones el autor francés también procura dar su propia personalidad a su trabajo en la colección. El formato álbum clásico de los  Bande Dessinée franceses permiten que los lápices de Secher luzcan en su máximo esplendor llegando a cotas de una maestría inusitada para un ilustrador tan joven como él en algunas splah pages que poco tienen que envidiar a las del ya mencionado Giménez, Zoran Janjetov, Ladröm u otros autores que han colaborado con Alejandro Jodorowsky en su universo nacido en las páginas de aquel primer Incal que el tristemente desaparecido Moebius le ayudó a llevar a la excelencia. Esperemos que en la segunda entrega del primer díptico de esta nueva colección Valentin Secher siga ofreciendo el mismo nivel de calidad en las viñetas, ya que su trazo en la que nos ocupa en esta entrada no puede ser más brillante y entregado al detallismo y la minuciosidad.

Metabarón Volumen 1: Wilhelm 100, el Tecnoalmirante es un magnífico y muy accesible reencuentro con el personaje creado por Alejandro Jodorowsky y Moebius hace casi cuarenta años en el que guión y dibujo convergen perfectamente para poner las primeras piezas de lo que será una ambiciosa colección dividida en cuatro arcos de dos entregas cada uno que estarán dibujados por distintos autores. Si en este álbum y el siguiente podremos disfrutar de Valentin Secher en los siguientes dípticos nos encontraremos con la labor de Niko Henrichon (Sandman, Fábulas), Mukesh Singh (18 Días, Game Keeper) y Esad Ribic (Secret Wars, Imposibles X-Force). un equipo de artistas consagrados que darán brillo a las historias ideadas por Alejando Jodorwsky y Jerry Frisson. Este mismo mes de Septiembre Yermo Ediciones publica el segundo tomo de la colección, Metabarón Volumen 2: Khonrad el Antibarón, que mostrará al verdadero rival de nuestro personaje protagonista y que será debidamente reseñado en este recién estrenado blog en el que tengo intención de comentar mucho y buen cómic.



viernes, 9 de septiembre de 2016

Approved by the Comics Code Authority



Desde el año 2014 soy redactor de cine en la web Zona Negativa. Allí he reseñado distinto tipo de películas, relacionadas o no con el mundo del noveno arte, y todo el material que he puesto a disposición de la página está disponible en mi blog de cine Transgresión Continua, en el que también escribo críticas que no pasan por ZN y que publico exclusivamente para los lectores del que desde hace siete años es mi rincón personal en la red. En mi afán por abarcar otros medios en ZN ya he hecho mis pinitos como redactor de cómics, otra de mis pasiones, pero al ver que estos textos no tenía una cabida coherente en Transgresión Continua he decidido crear este nuevo blog cuyo título hace mención al "célebre" libro homónimo del "famoso" Doctor Fredric Wertham  que sentó las bases de la creación de aquella aberración llamada Comics Code Authority. En este espacio voy a hablar de todo lo relacionado con el mundo del arte secuencial incluyendo reseñas tanto de cómics, como de libros adscritos al medio y otras variantes. Algunos textos los sacaré de los que escribo para Zona Negativa o mi antiguo blog (en el he reseñado algún que otro cómic) y otros los idearé exclusivamente para este La Seducción del Inocente que nace hoy mismo con energías renovadas y muchas ganas de hablar de viñetas de hoy y de ayer.